MARIA

 

(Pulsando en las frases subrayadas y de distinto color se accede al capítulo referido del libro)

 

Tengo que confesaros que hasta hace poco, yo no era muy “mariana”, prácticamente,  “casi nada mariana” para ser más exacta. Y no es que me cuestionara ninguno de los atributos de la Virgen, no. No tenía ninguna duda de fe respecto a ella, ninguna duda dogmática. Simplemente, no la sentía como alguien cercano, próxima a mí. Me faltaba una “vivencia” de ella, una “experiencia personal” de María, que me proporcionara una cierta “complicidad” con ella. Sabía y reconocía que era la Madre de Dios, la Madre de mi Señor, pero nada más. Eso me bastaba. Nunca la había sentido necesaria para mí.. No, no la necesitaba en mi vida.

            Y, os decía que esto era así, hasta hace muy poco, exactamente hasta el día 18 de Diciembre del pasado 2003. Hace escasamente dos meses y medio.

            El domingo anterior, 14 de Diciembre, había salido de guardia y estaba preparándome para ir a Misa de 12:30 horas cuando sonó el teléfono. Era Puri Rodríguez, la periodista y locutora que hace el programa de radio de la Renovación Carismática Católica (RCC). “Palabras de Vida”, en Radio Libertad FM, los sábados por la mañana. En el último año, Puri, que es encantadora, me había invitado en alguna ocasión para participar en el programa. Si alguno no lo habéis oído nunca, es un programa de una hora de duración, al que suele acudir un sacerdote y un seglar para comentar las Lecturas de la Eucaristía de ese domingo. En esas ocasiones, no había podido asistir por motivos profesionales. Realmente, me era imposible ir, pero en el fondo, me “alegraba” de tener un impedimento para no acudir, no por nada, simplemente me daba, no voy a decir “vergüenza”, pero sí una “cosilla”, que, en verdad es más “a priori” -como un estado de “Trema”, que dirían los griegos- que en el momento del programa, porque, como ya os he dicho, tanto Puri, como Alfonso, son encantadores y te hacen sentir, durante le emisión del programa, acogida y querida, lo que facilita muchísimo todo y, contando, sobre todo, con la presencia del Señor. Yo, había estado, hace dos años, al principio de Cuaresma, participando en el programa.

            Quería Puri invitarme a asistir al programa del siguiente sábado, 20 de Diciembre. Y esta vez, inmediatamente, le dije que sí, cosa de la que también inmediatamente me estaba arrepintiendo. Esta vez, no tenía ningún “impedimento”, ciertamente, para ese sábado. Por mi cabeza, en cuestión de segundos, pasaron muchas disculpas, pero en ese momento sentí que el “sí”, no se lo estaba dando a Puri, sino al Señor y, por el contrario, si decía que “no”, era al Señor a quién le estaba negando mi asistencia. Me sentí como “impelida” a confirmar mi asistencia. Ya os digo, que nada más colgar, me estaba arrepintiendo del “sí” que había dado.

            Acudí a Misa, que por cierto, celebró el Padre Pitillas y fue una Eucaristía preciosa, como, por otro lado, son todas, pero Piti tiene una fuerza especial para arrastrar a la comunidad: la del Espíritu Santo. Yo, recuerdo, estaba sentada en un lateral de la Iglesia, enfrente del Sagrario y me pasé toda la Misa "debatiéndome" con el Señor: “Que no voy, Señor…Bueno, vale, iré…No, no, mejor no voy…”. Le puse al Señor mil disculpas y pensé otras mil excusas para darle a Puri, pero en el fondo, tenía una certeza, y es que con mi negativa, a quien estaba negando era al Señor. Y al final, Él fue más fuerte que yo. Ya en el momento de la Comunión, le había dicho”: Vale, Tú ganas. Iré, pero Tú, por delante”. Desde ese momento, recobré la paz.

            Al terminar la Celebración, me dirigí a la Sacristía a pedirle a Piti que me proporcionara la “Hoja Parroquial” del domingo siguiente para ver las Lecturas y leer el comentario que de ellas hacía la Diócesis. Piti, con todo su cariño, las estuvo buscando y me las entregó.

            Los domingos, después de Misa de 12:30, normalmente, nos quedamos, hermanos del grupo y de la Parroquia, a tomarnos juntos unas patatas fritas y una cocacola, allí mismo, en una sala de la parroquia, para pasar un ratito juntos, en Comunidad. Y mientras se preparaban las cosas, empecé a leer las Lecturas: la primera (Miqueas 5,1-4ª); el salmo (Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19); la segunda (Hebreos 10, 5-10)…Y cuando llegué al Evangelio, tengo que reconocerlo, me dio un “escalofrío”: Era la Visitación de la Virgen  a su prima Isabel (Lucas 1, 39-45). Se me puso como un “nudo” en el estómago. “Pero Señor, ¿cómo voy a ir a hablar yo a la radio de tu Madre?”. Yo no tengo ninguna preparación Bíblica ni Litúrgica, solamente puedo hablar, siempre, desde mi propia experiencia, desde lo que el Señor me revela a través de los hermanos, de sus vivencias y de las mías propias. Sólo sé hacerlo desde ahí, desde lo que el Señor me va revelando. Y yo, no tenía una “experiencia personal” (valga la redundancia) de María.

            A la mañana siguiente, lunes, en el rato de oración personal, leí de nuevo las Lecturas para ver que “me iba poniendo” el Señor en el corazón sobre ellas. Y cuando llegué al Evangelio, otra vez me pasó lo mismo. El mismo “nudo” en el estómago. No me sentía capacitada para hablar “de” y “sobre” María. Sí, podría hablar de “conocimientos adquiridos”, podría leer cosa sobre ella y repetirlas; pero para mí, eso no era válido. Y el martes, me volvió a pasar igual. Empecé a preocuparme. No podía ser del Señor algo que me estaba quitando la paz. Decidí llamar a Chus, contarle lo que me pasaba y pedirle que orara. Le conté, lo que acabo de contaros. Y cuando nos despedimos me dijo: “Por cierto, ¿tú tienes el libro del Seminario de Iniciación a la Vida en el Espíritu?”. Le dije que sí. “Pues, hablando de la 5ª Semana, precisamente hay una referencia a la Visitación. Léelo, si quieres, por si te puede ayudar”.

            Enseguida fui a por el libro. Busqué el capítulo de la 5ª Semana: “Vivir en el Espíritu”, y vi que todo el capítulo, desde la página 113 a la 129, hablaba de la Virgen: “María, Hija del Espíritu”; “María, Hija de la Gracia”; “Al sexto mes”; “Devaluación de lo Natural”; “Te cubriré con mi Sombra”; “No es obra de José”; “Hágase en mí según tu palabra”; “La sobria embriaguez del Espíritu”; “LA VISITACIÖN”; “Cascada de Carismas”; “Intercesión poderosa”; “La Anunciación de José”; “El Gozo de la llamada”; “Proclama mi alma la grandeza de Dios”; “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”; “Porque ha mirado la humillación de su esclava”; “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones”; “Porque el Poderoso ha hecho obras grandes a favor mío”; “Su nombre es Santo, y su Misericordia…”; “Dispersa a los soberbios y a los ricos los despide vacíos”; “Enaltece a los humildes y a los hambrientos colma de Bienes”; “Auxilia a Israel, acordándose de la Misericordia”. Esto me tranquilizó: al menos tenía “material”. Podría “planteármelo” como si tuviera que preparar cualquier tema profesional. Pero ese día estuve muy liada, recuerdo, y no pude leer el capítulo ni “preparar” nada.

            La mañana del miércoles, hice como todas los anteriores: leer las Lecturas, orarlas e intentar estar a la “escucha” en mi corazón. Y al leer de nuevo la Visitación, otra vez volvió a pasarme lo mismo. Era, como algo superior a mí, como si me entrara “pavor” al ver mi incapacidad para poder hablar, desde el corazón, de María. No me aliviaba nada tener “material de consulta”. Tampoco pude, en todo el día, leer el capítulo referido de la 5ª Semana.

     Aquella noche, tenía guardia. Y sobre las 3:00 AM, ya del jueves, cuando estaba todo más tranquilo, me retiré un rato al cuarto de descanso y empecé a leer, por fin, la 5ª semana: “Vivir en el Espíritu”.

     Según iba leyendo, empecé a ver a María de una manera distinta, completamente diferente. Aquellas palabras escritas, se me iban clavando en el corazón: “María, acogió el amor de Dios en su cuerpo en forma de niño”. “María fue madre en la fe antes que en la carne”. “La Virgen se sentía tan pobre que Dios era su necesidad”. “María, siempre caminó en la incertidumbre de la fe...” Se me iban colando en el alma. Una tras otra iban adquiriendo un “eco” dentro de mí… “Para Dios no hay nada imposible…”.

            Con este “Para Dios no hay nada imposible” terminó el ángel la anunciación a María (Mc 15, 34) y con estas palabras, al oírlas María, recordó una vieja historia que había oído de niña, seguramente en muchas ocasiones: la historia de Abraham, de su mujer Sara y de los hijos de Abraham, Ismael, el hijo de la carne y de la planificación humana, e Isaac, el hijo de la promesa, que provocó la risa de su madre y la propia risa de Abraham, su padre, riéndose de sí mismo a causa de la edad. “Pero el niño les nació y le pusieron por nombre Isaac, que significa risa. Y el ángel de Dios le dijo a Abraham: “para Dios no hay nada imposible” (Gen 18, 14), (pág. 117). Y este “Para Dios no hay nada imposible” adquirió para mí tal profundidad; el Señor me lo “ungió” en el espíritu y en el corazón de tal manera, que me “conmovió” en lo más profundo de mi ser y algo se “quebrantó” en mí.

            Sobre María, tenía poca “experiencia”, ciertamente, pero de “que nada es imposible para Dios” sí tengo “experiencia propia”. Y ese “Nada es imposible para Dios”, me “caló” tan hondo, que empecé a sentir a María de una manera muy especial y completamente diferente. La empecé a sentir muy cerca de mí; me sentí yo misma en esa dimensión de fe (salvando las distancias, que son inconmensurables). Y en ese instante “sentí” -con ese sentimiento que sólo el Espíritu Santo pone en tu corazón- que el Señor me decía: “Esta es mi Madre. Tú no la conocías hasta ahora, pero ésta es mi Madre”: Y no puedo contaros lo que sentí en ese momento. Sentí, todo el Amor de Dios hecho carne en María y a través de ella, en mí. Ya no la sentía como una “extraña”, al contrario, la sentía como alguien que caminaba conmigo en ese recorrido a través de la “incertidumbre de la fe” que es mi vida

            En ese mismo momento “sentí” que el ir dos días después, ese sábado, a “Palabras de Vida”, era un regalo del Señor. Mejor dicho, el regalo era, que con “motivo” de mi angustia interior por no sentirme capaz de hablar sobre María, Él, el Señor, me había regalado la “revelación” de su Madre y ya la sentía como algo mío. Ya no hablaría de ella desde la razón, “racionalmente”, sino desde el corazón, “vivencialmente”. El acudir al programa era “pura anécdota”, lo que el Señor me tenía preparado, no era  “sentir” o “no sentir”, sino un encuentro, en Él, con su Madre. Desde entonces estoy en un “proceso” de ir conociendo a María.

            No os he dicho, que cuando cogí el libro del Seminario de Iniciación para leer la 5ª Semana, que el Señor utilizó como instrumento para traer a María a mi vida, me di cuenta, que tenía muchas cosas subrayadas del libro -siempre que leo un libro, cuando realmente me “toca”, voy subrayando cosas, creo que como todos-  pero, sin embargo, de ese capítulo de la 5ª Semana, no tenía absolutamente nada subrayado. Creo que me “había saltado”, intencionadamente, el capítulo entero cuando lo  leí; vería que era sobre María y mi falta de “interés” por ella, seguramente, debió hacerme “pasar” de ese capítulo, o si lo leí -que no recuerdo haberlo hecho porque me “sonaba” todo a Nuevo”, según lo iba leyendo- “pasaría” igualmente de él. Tuvo que ser así, supongo. Hoy, todo ese capítulo, está prácticamente subrayado entero y con frases realmente “enmarcadas” en grandes recuadros. Fue el lenguaje que el Señor utilizó para introducir a María en mi vida. Fue el regalo de Navidad que el Señor me hizo: Su Madre. Fue, repito, como si el Señor me dijera: “Mira, ésta es mi Madre. No quiero que pases una Navidad más sin conocerla, porque te estabas perdiendo algo precioso en tu vida”.

            Y para terminar, tengo que contaros, que el sábado, en el programa, hubo un pequeño “contratiempo”: el sacerdote que tenía que asistir no fue. Y nos encontramos, Puri y yo, las dos solas “-mano a mano” como anunció Puri por las ondas-, compartiendo la Palabra de Dios a través de las Lecturas y cuando llegó el Evangelio, la Visitación, se me “esponjó” el espíritu, y pude hablar, por primera vez, de María, sintiendo un gozo inmenso en mi corazón. <<<¡Gloria al Señor!>>>.

           P.D. Os recomiendo que leáis -si aún no lo habéis hecho- o “releáis” ese capítulo de la 5ª Semana. Ojalá el  Señor, a través del Espíritu Santo, os haga experimentar su Amor.

 

Gloria Torres   Móstoles 2004

  

(Pulsando en las frases subrayadas y de distinto color se accede al capítulo referido del libro)